jueves, 24 de mayo de 2007

UN DÌA MÀS


Fue una mañana nublada y fría, como todos los días al despuntar el alba, abro los ojos, me desperezo y doy gracias a Dios por un día más.
Digo -¡Buenos días vida!- Y como en un ritual sagrado pongo el pie derecho en el piso (dicen que es de buena suerte) y me meto bajo la ducha para que el agua tibia termine de despejarme, mientras la cocina se va impregnando del rico aroma del café, que humeante me espera. Se que el cielo, cargado de tormenta me anuncia un día frío, un día gris y triste que me llena de melancolía y deja en mi pecho esa sensación de tristeza. Es como si una losa fuera cayendo lentamente sobre mi cuerpo hasta aprisionar mi pecho.
-¡Uff!- qué mujer no tarda horas frente al espejo cuidando los detalles de su rostro en ese ritual de querernos mirar siempre bellas, mientras sorbo a sorbo voy disfrutando de ese aromático café matutino que está a mi lado.
Como todos los días tomo mi carro, y camino al trabajo voy escuchando una melodía tan triste como mi corazón, subo los cristales, pues la lluvia amenaza dejando caer gruesas gotas sobre la tierra que deja salir ese olor a humedad que me agrada. “Sin bandera” se va dejando escuchar suavecito y con el sonido bajo para disfrutar sus letras, mientras voy tarareando la canción con ellos “que lloro por ti, que lloro sin ti”, Mmm me fascina escucharla cuando me siento melancólica. Un día más de trabajo arduo y de vuelta a casa, bajo la lluvia pertinaz que no ceja en su empeño de hacerme sentir inquieta. Ya quiero llegar a casa y encender el computador, quiero sentirme abrazada con alguna palabra que me haga sentir amada.
Ahí está, como todos los días el ser que amo tanto, que se encuentra tan lejano y que me hace morir de deseo por estar a su lado y darle un abrazo tan fuerte que le quite el aliento y que no desee apartarme de su lado. Con un –¡buenos tardes amor!- -¿todo bien?- y al leer su respuesta me envuelve en esa maraña de sentimientos que me obnubiliza y no me deja pensar en nada que no sea en él.
El vaivén de la vida, sentimientos que en el ayer nos cubren de gloria y felicidad y hoy se han ido de nuestras vidas, ¿el mañana?, ¡qué importa el mañana!, siempre es incierto, pero existe el amor, se es correspondido, pero la distancia impide realizar este amor y como adultos responsables se aceptan los errores.
Ya decía que el día se veía incierto, ya decía que esa opresión sería llanto contenido.
Tantas lágrimas se vierten en aras del amor fallido, tantas ansias de poder tener un par de alas y cruzar el inmenso océano entre olas impetuosas y caracolas inquietas, entre chillidos de gaviotas y blanca espuma, entre su cuerpo y el mío… pernoctar una noche entre sus brazos, sólo unas horas… besarle, amarle, escuchar el susurro de su voz diciéndome cuánto me ama, probar sus dulces labios que a través de la pantalla se me antojan para aprisionarlos con los míos.
Mis ojos marchitos. Afuera… afuera el agua cae a raudales y me estremezco. Pego mi rostro a la ventana de mi habitación mirando cómo se deslizan las gotas de lluvia por el cristal, cayendo al unísono con mis lágrimas que como cascada vierten mis ojos en ese mudo clamor de decir -¡Te amo! ¡Te extraño! ¡Te necesito!-
Y cierro los ojos y la boca para acallar el gemido que brota del fondo de mi alma y que como un nudo va tomando forma en mi garganta hasta estallar en ese grito de angustia y desesperanza que me trae el deseo de tenerle a mi lado.
Y al pensar en él llega su imagen que va tomando forma, la suavidad de sus caricias, el anhelo de tenerle y con el rostro pegado a ese frío cristal de la ventana voy sintiendo que contrasta con el calor que mi cuerpo despide ¡tan sólo al pensar en él!
La habitación obscura, mi soledad, mis lágrimas y una esperanza en el corazón de poder un día contemplar la lluvia apresada en sus brazos y amarnos libremente sin distancia alguna entre los dos.
Un día más lleno de dulces e intensas emociones, dar gracias a Dios por haberme permitido reír, llorar, sentir, saber que estoy viva y que como todo ser humano tengo esos sentimientos que me hacen despertar a la realidad.
Un día más para pensar, para desear… para amar. Un día más para dar gracias a Dios por permitírmelo. Un día más soportando su ausencia.

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"LA DISTANCIA ES COMO EL VIENTO, PORQUE AGIGANTA LOS GRANDES AMORES"